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Donde el mundo pega la vuelta

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En palabras poéticas: Soy tan patético que en vez de quitármelas del pecho, siempre he encontrado mejor dejarlas sin expresar.

Cole Porter.

A veces me preguntó, ¿le importará a Trump o a López Obrador que el hombre haya paseado por la Luna? En realidad, ¿cuáles son las verdades referencias del mundo actual? En esta liquidación que tenemos de imágenes, de paradigmas, de instituciones y de las cosas que ya no son y que no volverán a ser, es importante sacar la cuenta. Por ejemplo, ¿cuánta validez tiene lo que estudian actualmente nuestros hijos en las universidades? Al hacerlos abogados y expertos en comercio internacional, ¿qué les estamos enseñando? Lo que actualmente aprenden en las universidades, ¿en realidad les funciona para resolver el Brexit de Boris Johnson o los aranceles de Trump?

En un eje en el que el mundo dejó de ser solidario e interconectado, es necesario definir qué vamos a hacer y cuáles serán los modelos de cada país. Por ejemplo, más allá de las declaraciones del TMEC, ¿actualmente existe un modelo consolidado en América del Norte? A Trump ¿le convendrá que se apruebe el TMEC o lo terminará boicoteando? También es necesario definir para qué quiere o necesita Trump a México o a Canadá. La libertad de comercio, la OMC y las corrientes que imperaron desde la década de 1960 han dejado de ser las predominantes, ¿ahora cuáles son?

La idea propuesta por Robert Schuman, de establecer los Estados Unidos de Europa, ha desaparecido. Europa está completamente dividida y está en manos de todos los Matteo Salvini que hay en el continente. Cualquier correspondencia de lo que significa el haber escuchado y aprendido del pasado está hoy completamente desfasada. Pongamos por ejemplo a España, un país que teóricamente la mayoría la tienen los partidos continuistas de la línea del desarrollo. Sin embargo, ante la ausencia de un modelo superior, no son capaces de ponerse de acuerdo sobre un programa de gobierno que les permita impedir que los Salvini de este mundo y las Vox de este mundo ocupen el poder.

¿Qué pasará en México? Un país que, aunque sólo sea por los tres mil ciento setenta y cinco kilómetros de frontera con Estados Unidos, es fundamental para describir a América del Norte. ¿Podrá tener una posibilidad de vida honorable al margen de los aranceles de Trump? ¿Podrá tener un modelo de seguridad que no dependa de los intereses de los traficantes de armas y de drogas que hacen su gran negocio en Estados Unidos pagando con sangre mexicana? Hablando de Centroamérica, ¿cuál es su lugar en la actualidad? La zona del Caribe que actualmente es el primer círculo de la seguridad nacional de Estados Unidos, ¿para qué importa? En fin, ¿cuál es la visión de las Américas a futuro?

Hay mucha gente que opina que estoy de pesimista; sin embargo, yo creo que es importante ser pragmático y realista. Porque mi gran pregunta es: ¿hacia dónde debemos seguir? Pero, sobre todo, ¿hacia dónde nos dejarán ir? Todas las anteriores son preguntas que tienen que ver y que tienen que ser respondidas a la vuelta del verano. Preguntas que van más allá de las peleas, de los discursos y de todas las ofertas vacías que da hoy la política.

El idioma principal del mundo es el inglés, no se habla ni en francés ni en ruso y –a pesar de que el mundo le pertenece a los chinos– el mandarín tampoco es la lengua dominante. Pero, ¿en qué idioma se hablará el día de mañana? Es muy importante saber a dónde mandaremos a nuestros hijos a estudiar pero, ante todo, es importante saber qué les enseñaremos. ¿Los mandaremos a Harvard para que aprendan que el libre comercio ya no existe y que todos los valores que les enseñaron hoy están en cuestión? Trump no necesitó ir a Harvard para cambiarle la piel a Estados Unidos. Entonces, ¿para qué ir a Harvard, Princeton, Yale o cualquiera de las grandes universidades? En estas universidades, ¿les enseñarán a entender que el nuevo amo del mundo es China?

Es verdad que el ochenta por ciento de todos los PhD que Estados Unidos ha emitido en los últimos diez años en sus grandes universidades ha sido para orientales. Pero eso no significa que esos orientales –más allá de usar el mercado inacabable que es Estados Unidos– estén dispuestos a respetar las reglas del juego. Sobre todo, porque si usted se imagina estando sentado en una banca en Beijing, se dará cuenta que los chinos no necesitan atacar a los americanos en lo que significa el nuevo orden comercial. Ellos ya se atacan solos. Buscan defenderse contra los demás, pero ¿podrán lograrlo? País a país, dólar a dólar, trabajador a trabajador, empresa a empresa, ¿quién podrá sobrevivir al fin de la interconexión?

Donald Trump amenazó a Corea del Norte con desencadenar una columna de fuego y furia que dejaría a todas las guerras anteriores válidas en torno a la guerra que él pensaba organizar. Ya veremos qué consecuencias tienen las amenazas de Trump hacia los demás. De momento, para nosotros los mexicanos la tormenta de fuego y furia ya se ha desencadenado.

Un seguidor de Trump, aunque él sólo tenga la responsabilidad del líder, viajó durante ocho horas para estar a primera hora de la mañana del pasado sábado en el Walmart de El Paso, sabiendo que los mexicanos iban a comprar masivamente durante el fin de semana. Esto para después disparar, matar y limpiar de la peste mexicana a su país. Hasta cierto punto entiendo las políticas de nuestro país. Mi pregunta es: ¿alguien se dará cuenta que la política de apaciguamiento con algunos sólo puede desencadenar dolor, muerte, furia y fuego? Esta etapa acaba de la manera más sangrienta y terrible. Espero que en ellos y en nosotros lo que ha pasado tenga consecuencias.

Hubo un momento en que el mundo se pareció al actual. Fue cuando Alejandro Magno, contra todo pronóstico, desde Macedonia, decidió primero poner de rodillas a Grecia; después, conquistar Persia; más adelante, atacar a los salvajes del Norte y finalmente atravesar el Hindú Kush y encontrar donde el mundo se pegaba la vuelta. Murió en el intento, pero todavía hoy se cuenta lo que quiso hacer Alejandro, conocido como “el Grande”, y muerto ante la paradigmática idea de desaparecer de este mundo a los 33 años. Alejandro el Grande vivió 323 años antes de los 33 años que cambiarían el mundo en forma de cruz.

Estamos en un momento en el que todo lo que parecía imposible –como en su momento le pareció a los macedonios– está pasando. La diferencia es que no es a caballo montado por un superhombre llamado Alejandro, sino que está sucediendo a caballo de muchos sátrapas que descubrieron que los imperios se murieron y que ahora es más importante su voluntad que el orden mundial establecido.

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