Cancún, Q. Roo.– Una noche cualquiera en la avenida Chac Mool se convirtió en un episodio de acción (pero sin efectos especiales) cuando un señor de la tercera edad, en evidente estado de ebriedad, decidió que los frenos eran opcionales y aceleró directo al desastre.
A bordo de su fiel camioneta roja y con la puntería de un torero ciego, el caballero en cuestión olvidó la existencia del pedal de freno y, en su lugar, optó por el acelerador, impactando a dos jóvenes en motocicleta que vendían algo (probablemente su dignidad después del trancazo). Como si fuera un efecto dominó, los muchachos salieron volando y, de paso, le dieron un cariñito a un taxi del sindicato Andrés Quintana Roo.
Pero la historia no acaba ahí. Mientras los afectados intentaban entender qué les había pasado, el señor, en lugar de mostrar un poco de arrepentimiento, decidió que era el momento perfecto para repartir insultos a diestra y siniestra, incluyendo a las respetables madres de los testigos. Según él, no chocó, lo chocaron, la moto se le atravesó sola y la calle estaba chueca. Sí, claro, y yo soy primo del presidente.
Por suerte, los paramédicos de la Cruz Roja llegaron rápido para valorar a los lesionados, quienes, aunque sacudidos, no ameritaron traslado. Eso sí, el taxista que estaba delante del impacto terminó llevándose su susto y, por poco, también una turba enardecida que quería hacer justicia con sus propias manos.
Finalmente, la policía de Tránsito llegó a poner orden y trasladó al abuelito borrachín al “Torito”, donde pasaría una noche fresquecita y con mucho tiempo para reflexionar sobre su aventura automovilística. Mientras tanto, las autoridades deslindan responsabilidades y nos recuerdan lo obvio: si ya estás mareado hasta para recordar tu nombre, mejor ni agarres el volante.