Con el rostro cubierto de tierra, lágrimas y moretones, una mujer fue encontrada este lunes por la tarde corriendo desesperada por una zona de terracería, cerca de la Supermanzana 230, a una cuadra de la avenida Leona Vicario. Iba pidiendo auxilio tras haber sido, una vez más, víctima de la violencia de su pareja sentimental, un hombre de origen extranjero, presuntamente colombiano.
Vecinos de la zona, al escuchar los gritos, salieron de sus casas y la encontraron temblando, tirada entre la tierra, en evidente estado de crisis. No era la primera vez, confesó la mujer entre sollozos: ya había sido golpeada por el mismo hombre, pero el miedo la había mantenido en silencio.
En ese mismo sitio, señalado desde hace tiempo por los propios vecinos como un presunto punto de venta de drogas —aunque sin intervención efectiva de las autoridades—, ocurrió el ataque. El hartazgo, sin embargo, fue más fuerte que el miedo. Esta vez, la comunidad no se quedó callada.
Un grupo de vecinos, armándose de valor, enfrentó al agresor. Lo retuvieron hasta que llegaron elementos de la Policía Municipal. La mujer, por su parte, fue atendida por paramédicos de RIM 09 Médica del sector privado, quienes le brindaron primeros auxilios antes de trasladarla a un hospital para su valoración.
El presunto agresor fue entregado por los propios vecinos a las autoridades para que se inicien las investigaciones correspondientes y se le adjudique responsabilidad por sus actos.
A la víctima se le invitó a presentar su denuncia formal ante el Ministerio Público, y aunque visiblemente afectada, accedió. El acto de valor de los vecinos fue clave no solo para detener al agresor, sino también para enviar un mensaje claro: no más silencio, no más impunidad.
Es urgente que las mujeres sepan que no están solas. Que no deben permitir que el miedo o las amenazas las callen. Ningún golpe se justifica, ninguna violencia debe esconderse. Y a esos “hombres” que solo tienen valor para levantarle la mano a una mujer, les falta lo esencial: dignidad y coraje verdadero.
