Especial: Fauna nuestra
Eretmochelys Imbricata / TORTUGA CAREY
Especie: Eretmochelys Imbricata
Tamaño: 60 a 90 centímetros de longitud
Peso: Entre 50 y 80 kilos
Tiempo de vida: Entre 30 y 50 años
Alimentación: Esponjas de mar, medusas, pólipos.
Pese a que desde hace varias décadas es de las especies más protegidas, la tortuga carey (Eretmochelys imbricata) está clasificada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como un animal en peligro crítico de extinción por el consumo y explotación de su caparazón.
El ser humano es su principal depredador, lo que la ha colocado en dicha situación, según la bióloga Rocío Peralta, ex presidente del Comité Estatal de Protección, Conservación y Manejo de las Tortugas Marinas.
La experta indicó que las tortugas carey nadan en aguas poco profundas, donde se alimentan de los arrecifes coralinos, esponjas de mar, medusas, pólipos, entre otros animales invertebrados. En Quintana Roo, estos quelonios pueden encontrarse en la parte norte y esporádicamente en el litoral central y sur.
La entrevistada dijo que existen dos subespecies: Eretmochelys imbricata imbricata, que se puede encontrar en el océano Atlántico y Eretmochelys imbricata bissa, localizada en la región Indo-Pacífica.
El cuerpo de la tortuga carey es similar a otras tortugas, puesto que tiene una estructura plana, caparazón protector y sus extremidades en forma de aletas están adaptadas para nadar en mar abierto, aunque se distingue fácilmente de otros quelonios marinos por su pico puntiagudo y curvo con una prominente mandíbula superior (tomium) y por los bordes en forma de sierra de su caparazón.
En relación a su reproducción, ésta varía según la zona y utilizan preferentemente lagunas aisladas de islas
remotas a lo largo de toda su área de distribución. La época de apareamiento y desove de la carey atlántica transcurre normalmente entre abril y noviembre, y en Quintana Roo hay una campaña para preservarla a lo largo de todos los litorales costeros de la entidad.
Rocío Peralta expuso que alcanzan la madurez sexual entre los 20 y 40 años y se estima que pueden vivir entre 30 y 50 años, aunque, debido a la falta de datos no se sabe con exactitud la edad que pueden alcanzar en estado salvaje; como otros quelonios, las carey son solitarias durante la mayor parte de su vida, sólo se agrupan durante la época de apareamiento.
Asimismo, declaró que las tortugas adultas tienen de media entre 60 y 90 centímetros de longitud de caparazón y entre 50 y 80 kilos de peso, con un máximo registrado de 127 kilogramos.
La especialista comentó que aunque hay diversas organizaciones que las protegen, aún falta concientización en lugares turísticos. En países como China y Japón las cazan por su carne, considerada un manjar, y por sus caparazones, que utilizan para la confección de objetos decorativos, pero en esta zona de la Península de Yucatán hay actividades humanas que también les afectan a la hora de anidación y eclosión.
La información se respalda con investigaciones que comparten expertos sobre esta especie, dado que de igual forma que sucede con otras tortugas marinas, las carey se aparean en lagunas poco profundas cerca de las playas donde probablemente anidarán.
Tras el acoplamiento, las hembras arrastran sus pesados cuerpos hasta la playa durante la noche. Entonces se encargan de limpiar una zona y cavar un agujero usando sus aletas traseras, donde depositarán sus huevos. Después la hembra efectúa la puesta en el nido y cubre de inmediato los huevos con arena.
Los nidos de Eretmochelys Imbricata del Caribe y de Florida generalmente contienen unos 140 huevos, aunque pueden llegar a 250; sin embargo, las nidadas notificadas en el Golfo Pérsico son sensiblemente inferiores, con un promedio de unos 90 huevos. Tras el prolongado proceso de desove, de varias horas de duración, la hembra vuelve al mar. Este es el único momento en que las tortugas carey abandonan el mar.
Las crías recién nacidas, que generalmente pesan menos de 24 gramos, abandonan el nido durante la noche después de aproximadamente dos meses, las cuales presentan colores oscuros y el caparazón, en forma de corazón, mide aproximadamente 2.5 centímetros de longitud.
“El ser humano ha podido apreciar que estas tortugas se dirigen de forma instintiva hacia al mar, atraídos por el reflejo de la Luna sobre el agua (un proceso que puede ser perturbado por fuentes de luz antropogénicas). Las crías que no alcancen el agua antes del amanecer probablemente terminen siendo alimento de diversos predadores, como cangrejos y aves limícolas”, detalló la bióloga.
Esta especie se cruza fácilmente con otras tortugas marinas, como las caguama (Caretta caretta). Ciertos híbridos encontrados en Brasil o en Florida fueron viables y fértiles porque existían por lo menos desde dos generaciones. Se descubrió también un híbrido de tortuga verde (Chelonia mydas) en Surinam.