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El mundo de los merolicos

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Con la ubicuidad de internet, los medios noticiosos tradicionales tuvieron que buscar una manera de competir frente a la inmediatez. Una de las soluciones —entre comillas— que encontraron fue la disminución en la calidad de su contenido. Lo contraintuitivo les resultó necesario: el rating y los lectores debían mantenerse a toda costa. Atraer al televidente no con lo que el medio consideraba que necesitaba saber, sino con lo que quería ver. Una diferencia que parece nimia pero resulta importante. Se sustituyó el brócoli por papas fritas en la dieta diaria. Atrás quedaron los espacios de análisis y discusión; su lugar lo tomó, en la pantalla, el grito sin sustento. De la noche a la mañana pasamos a una confrontación perpetua en la que gana quien grita más fuerte. La información ya no se contrasta porque ni información hay; los adjetivos y las frases con gancho son lo que importa. Mientras más virales sean, mejor. Atraer miradas como se pueda. Que cada mesa sea un cuadrilátero con lodo en el suelo. En la prensa escrita la controversia por el bien de la controversia es lo que se cultiva. Lo que en Estados Unidos se conoce como “hot-take” es nuestro pan de cada día: a ver quién reacciona más rápido y más escandalosamente frente a la coyuntura. Incluso si eso implica saltarse las fronteras del discurso racional y entrar a la maleza de la conspiración a cambio de un puñado de clics. Esto lo explica muy bien la ensayista de The New Yorker Jia Tolentino en su texto “The I in the Internet”, de reciente publicación. Gracias a nuestra cultura de urgencia, en la que debemos formar nuestra opinión al momento en que sucede algo, se prefiere el ruido sobre la reflexión. Por eso cada vez más vemos videos de 10 segundos en los que “Opinador X destruye a Opinador Y”. Porque lo que queremos es gratificación instantánea y corta. Que no dure más de 10 segundos o no ocupe más de 280 caracteres. Pero que nos dé la sensación de haber consumido algo. Éste es terreno fértil para los merolicos, pilares del nuevo modelo de discusión pública. Si la queremos retomar y regresar a los tiempos en los que las ideas valían algo, habrá que ignorarlos. Porque un patiño solo sobrevive con atención. https://www.milenio.com/opinion/esteban-illades/contexto/el-mundo-de-los-merolicos

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