Cancún, Q. Roo — Mientras los índices delictivos se disparan y la ciudadanía pierde la fe en las instituciones, el municipio de Benito Juárez ha decidido premiar al hombre que representa lo peor de la corrupción policial: David Flores Cervantes, alias “El Gavilán”, ahora funge como director de Seguridad Ciudadana y también de la Policía Turística. Dos cargos, un solo amo… y un evidente desprecio por la legalidad.
Quienes conocen el terreno saben que El Gavilán no es un policía, es un operador político al servicio del crimen organizado. Acusado en múltiples ocasiones de recibir sobornos, de proteger a grupos delincuenciales, y de encabezar redes internas de extorsión, Flores Cervantes sigue acumulando poder gracias a la complicidad de la presidenta municipal Ana Paty Peralta, su principal protectora política.
Bajo su mando, la policía ha dejado de ser una corporación de seguridad para convertirse en una estructura al servicio de intereses oscuros. Los elementos le temen, lo desprecian y lo denuncian… pero sus voces son silenciadas desde arriba. La tropa sabe que no hay justicia ni cadena de mando legítima: todo se hace como lo dice El Gavilán.
El secretario de Seguridad Pública, Carlos Ernesto Damián, es un adorno institucional. No manda, no decide, no interviene. Es el títere que sirve de escudo para ocultar al verdadero jefe: David Flores Cervantes, quien opera a su antojo, moviendo piezas a conveniencia. Para disfrazar su doble cargo, puso como pantalla a un marino de su confianza al frente de Seguridad Ciudadana, pero todos saben que quien da las órdenes es él.
Y por si fuera poco, ya se llevó al “Chiquilín” Alcudia —otro de sus incondicionales— a un puesto dentro de la Policía Turística, asegurando que todos los hilos del poder queden entre sus manos.
Este no es un caso de omisión, es un acto deliberado de impunidad. Cancún no tiene un problema de inseguridad, tiene un problema de podredumbre institucional: el crimen está dentro de las corporaciones, y lleva uniforme. Mientras el Gavilán siga volando alto, la ciudadanía seguirá en el suelo.
