Luis Arenas Rosas
Con el pretexto de rehabilitar el estadio de béisbol “Beto Ávila” para responder a una propuesta del presidente López Obrador, autoridades federales con la aparente complacencia de las municipales de Benito Juárez a la que pertenece la ciudad de Cancún, pretenden modificar los espacios deportivos populares existentes en la SuperManzana 21 que vienen dando servicio desde hace 40 años a miles de usuarios todos los días de la semana desde muy temprano en la mañana hasta bien entrada la noche.
La ostentosa reedificación del estadio de béisbol sacrifica varias canchas que son ícono deportivo de la entidad y en lugar de mejorarlas, solo son reubicadas arrinconándolas, suprimiendo accesos y las más elementales medidas de seguridad y confort de las que actualmente gozan y que se han ganado muy paulatinamente con el paso de los años.
No sería tan criticable la súbita y cuantiosa remodelación del estadio de béisbol si no existiera otra solución lógica y por supuesto fácilmente comprobable.
Pero antes de entrar en detalles arquitectónicos, vale la pena recordar sucesos que parecen sino en el deporte cancunense. Años atrás con una cuantiosa inversión similar a la pretendida hoy en día, se remodeló el estadio de fútbol “Andrés Quintana Roo”, en el que jugaban ligas promocionales, infantiles, juveniles y otras y era además la sede de la endeble Asociación de Atletismo; lo convirtieron en casa de los “potros de hierro” del Atlante. Para acallar cualquier reclamo se afirmó oficialmente que ese estadio seguiría siendo la sede del atletismo y al igual que lo que proponen para el de béisbol, se remodelaron baños, vestidores, salas de masaje, tribunas, palcos y por supuesto nuevo empastado en la cancha y una impresionante pista de tartán para la práctica atlética; pista que nunca nadie logró pisar pese a las promesas oficiales. Ese estadio está en completo abandono y nadie, puede entrar. Nadie juega ahí, ya se fue el Atlante y las puertas siguen cerradas para el deportista popular.
Otra más, se construyó un magnífico complejo llamado “Polyforum Benito Juárez”, durante algunos años jugaron ahí los que llamaban Pioneros de Cancún, equipo profesional de basquetbol en el que no alineaba jugador alguno de Quintana Roo, pero gozaba de amplísimo presupuesto para contratar a ex jugadores, prácticamente todos, reservistas (segundones) de la NBA. La duela del atractivo polyforum está podrida; era de madera importada, pero, así es la promoción deportiva municipal y estatal por estos lares.
Y ni qué decir del llamado “elefante rojo”, el auditorio del Bienestar, una farónica construcción construida en la anterior administración del gobierno del estado, se dice que con miles de millones de pesos. Una vez abrió sus puertas y nadie ha vuelto a entrar porque hay riesgo de que se hunda o se caiga.
Pero esta sí es la buena. El estadio de béisbol, era casa de los llamados Langosteros de Cancún y había peloteros locales. De pronto “bum”, albricias, los Tigres de la Liga Mexicana de Beisbol cambian de sede y su nueva casa es Cancún; el estadio por lo tanto es ampliado (para colmo, en la administración del gobierno estatal anterior se mandó añadir un elevador, para que el susodicho y personalidades no tuvieran que subir dos pisos por las escaleras). Pero bueno, los Tigres desplazaron a los Langosteros que desaparecieron con todo y jugadores. En la caja de bateo de los Tigres, en juego oficial, nunca se ha parado un pelotero cancunense, es decir la promoción a las fuerzas inferiores en nula, inexistente. Pero además, las puertas se cerraron y nadie juega o entrena en ese “diamante” exclusivo de los Tigres, que dicho sea de paso no han logrado hilvanar en ningún año en más de una década, tan siquiera 15 tal vez ni 10 llenos en su graderío de poco más de 7 mil butacas, mismas que sí están abarrotas cuando se alquilan, una o dos veces al año para la presentación de algún grupo o cantante con popularidad o, más aún y ahí de tope a tope, cuando lo han convertido en sede de los Testigos de Jehová.
De nuevo, pero ahora sí es la buena dicen, se destinan, según se sabe, alrededor de 200 millones de pesos para la remodelación del “Beto Ávila”. Las obras afectan las canchas de tenis “Pancho Contreras” (superficie de concreto) y las canchas de fútbol con sus escasísimas tribunas conocidas como “Chetumal” y “Cañedo” (canchas empastadas).
Para ampliar el estadio de béisbol pretenden reubicar, más bien, arrinconar las canchas antes citadas y varias más. Con la reubicación, las canchas de tenis en lugar de mejorar, pierden zona de estacionamiento, caseta de acceso, baños, bodegas, contracanchas y las reducidas zonas de descanso para los jugadores. Estas canchas de tenis, se pretende que queden en colindancia, solo separadas por una malla ciclónica con las canchas de fútbol que igualmente pierden las escasas facilidades con las que cuentan actualmente.
Ah, pero como también estorban al proyecto beisbolero que encabeza una constructora regiomontana que afirman solo sigue instrucciones de quien sabe quién, derrumbarán dos canchas de frontenis y por consecuencia las pequeñas canchas de frontón a mano que se aprovechan sobre los enormes paredones de los frontones.
En reuniones con algunas autoridades municipales, se han mostrado alternativas de solución que permiten el crecimiento del estadio de béisbol y que mejoran, sin exigencia de mayores recursos, las actuales instalaciones deportivas populares.
Hasta el momento hay oídos sordos y avanzan como la epidemia, destruyendo lo íconos deportivos en Cancún, asegurando que la atención a niños, jóvenes, adultos y adultos mayores que hacen deporte todos los días desde las seis de la mañana hasta las once de la noche todos los días, ahora sí lo podrán hacer más felices y contentos porque hay un fabuloso estadio de béisbol que en su interior contendrá excelentes vestidores, baños hasta con vapor, oficinas, muchas más tribunas acolchonadas en zonas preferentes, fastuosos palcos con aire acondicionado. El futbolista de a pie, el beisbolista con su despintado bat, el tenista con su modesta raqueta, impresionados y visiblemente preocupados, se preguntan si se podrá conservar el elevador para que suban a su palco, no se nos vayan a cansar, pues.