Armando Ramírez Sánchez, hijo del narrador y periodista, comentó durante el homenaje luctuoso que el autor de Chin chin el teporocho y Noche de califas, dejó gran legado literario, pero se centró en hablar de él como su padre
CIUDAD DE MÉXICO.
Tal como lo pidió en vida, el escritor Armando Ramírez, fallecido el miércoles a los 67 años, fue despedido ayer con un homenaje lúdico, sencillo y con música en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, en la colonia Hipódromo.
Armando Ramírez Sánchez, hijo del narrador y periodista, comentó durante el homenaje luctuoso que el autor de Chin chin el teporocho y Noche de califas —entre otras muchas novelas cuya temática estuvo vinculada siempre a los barrio bajos de la Ciudad de México— dejó un gran legado literario, pero se centró en hablar de él como su padre. “Puedo decir que fue el papá más chingón del mundo; él no fue mucho de abrazos, fue un poco más seco para el común denominador de la sociedad, de las familias que se abrazan y se dan amor”.
Pero, prosiguió, “él siempre nos dijo: ‘yo te lo demuestro trabajando y luchando para que tú seas alguien en la vida’”, relató Ramírez Sánchez y subrayó que una enseñanza de su papá para toda la gente es: “trabaja, esfuérzate y solito vendrá lo demás; no hay más motivos para hacer las cosas. ‘Enamórate de tu trabajo’, nos decía”.
Por su parte, otra de sus hijas, Jimena Ramírez Sánchez, comentó que ella se despedía del maestro de su vida: “Nos dejó lecciones muy importantes, una de ellas es cuando empezó su enfermedad y nos dijo ‘yo decido que voy a estar bien y nada me va a vencer’. Con eso me quedo”.
En punto de las 11:00 horas de ayer llegó el féretro con los restos de Armando Ramírez al Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, donde ya familiares y amigos lo esperaban para rendirle un homenaje de cuerpo presente.
La primera guardia la montó la familia con su esposa, Araceli Sánchez Mecalco, y los hijos Marcela, Jimena y Armando; las segunda y tercera guardias la hicieron amigos cercanos. Posteriormente se leyeron fragmentos de sus textos y después se escuchó la música popular que le gustaba al cronista urbano.
AQUÍ LES TOCÓ VIVIR
La escritora y periodista Cristina Pacheco reconoció el trabajo de Armando Ramírez, el cual, aseguró, se distinguió por reflejar la idiosincrasia y la cultura popular de los habitantes de los barrios capitalinos.
Sobre la muerte del autor de Quinceañera, la comunicadora destacó: “Lo siento enormemente, porque era una persona que quería y admiraba; tuve la oportunidad de conocer su trabajo y personas como Armando le hacen a uno centrarse en el mundo que ésta viviendo”.