Por Anabel Hernández
Hoy en México cualquiera se siente con licencia para matar a un periodista. Este es un mensaje en una botella lanzada al mar. Tal vez nadie lo vea, pero ojalá alguien lo haga. Es un SOS por todos mis colegas en México.
El 11 de febrero pasado el periodista Heber López Vásquez, al salir de su programa de radio en Salina Cruz, Oaxaca, fue acribillado por dos personas. Uno de ellos, dijeron las autoridades, es hermano de un exfuncionario gubernamental. Así, Heber se convirtió en el quinto periodista asesinado en México durante las cinco primeras semanas del año. Uno a la semana.
Cuando leí la noticia fue como recibir en cámara lenta un golpe de puño en el estómago, de esos que te hacen flexionar las rodillas y tambalear. Pienso que cientos de periodistas de a pie en México, que hacemos investigaciones de campo, que estamos muy lejos de las esferas del poder y los núcleos de interés se habrán sentido igual.
José Luis Gamboa Arenas, director del medio digital Inforegio, fue acuchillado en Veracruz a mediados de enero. Fue el primero. Luego siguió Margarito Martínez, fotoperiodista freelance, quien fue acribillado en Tijuana. A los pocos días la colega Lourdes Maldonado, también periodista de Tijuana, fue ultimada a balazos afuera de su casa.
Según el gobierno, el asesino material fue un muchacho de 18 años, pero hasta ahora no se indica el móvil, solo se sabe que no fue un robo. Lourdes había denunciado a un militante e importante político del partido oficial Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Jaime Bonilla, y dijo temer por su vida.
Roberto Toledo, comunicador y analista en Michoacán fue el cuarto. Y ahora Heber. ¿Quién sigue?¿Qué está pasando?, me pregunté con un escalofrío que aún me recorre el cuerpo.