¿Por qué tienen incontables demandas legales en todo el mundo desde hace más de 40 años?
CIUDAD DE MÉXICO
Monsanto es una de las empresas más poderosas y controversiales del mundo. Fue nombrada “la corporación más temida de Estados Unidos” por un artículo de la CNN e incluso tiene un día mundial en su contra, celebrado el pasado 23 de mayo con marchas en ciudades como el DF, Londres, Buenos Aires, Santiago, Berlín, Bogotá, Madrid, Nueva York y París, entre otras.
Se presenta como una empresa de soluciones agrícolas sustentables que apoyan al agricultor y son amigables con el medio ambiente. Dicen ayudar a los agricultores a obtener mejores y más abundantes cosechas al mismo tiempo que utilizan sus recursos de manera más eficiente. Todo eso suena muy bien, pero entonces, ¿por qué tienen incontables demandas legales en todo el mundo desde hace más de 40 años? Y eso no es todo, en una encuesta global hecha en 2013por NaturalNews, fue “La empresa más malvada del mundo” con el 51 por ciento de los votos, arriba de British Petroleum, McDonalds, Pfizer, Walmart, Nestlé y Phillip Morris.
Monsanto también es el mayor productor de transgénicos en el mundo, aunque su alcance es aún mayor, ya que es una poderosa corporación de biotecnología y genética, causante de grandes atrocidades a lo largo del siglo 20.
MONSANTO EN MÉXICO
Contrario a lo que mucha gente piensa, en México la producción de transgénicos está prohibida, pero no su compra. La Secretaría de Economía permite la importación de transgénicos, pero la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) prohibe su producción. Es decir: no puedes hacer transgénicos, pero sí comprarlos al extranjero. Los transgénicos que el gobierno mexicano tiene permitido importar son principalmente el maíz, la soya, papa, jitomate, algodón, alfalfa y canola.
Los beneficios y peligros de los alimentos transgénicos todavía se debaten. Aun así, Greenpeace publicó una lista roja de productos (por marcas comerciales) que han dado positivo a transgénicos en pruebas de laboratorio: aceite Capullo, Ades, Gatorade, todos los productos de Coca y Pepsi, todas las botanas de Barcel y Sabritas, Nesquik, Carlos V, Hershey’s, Bachoco, jamón San Rafael, Fud, todos los cereales de Kellogg’s y de Nestlé, helados Holanda, mermeladas y mayonesas McCormick y Hellman’s, mole Doña María, Ricolino, Sonrics, La Costeña, Herdez, Clemente Jacques, Maseca, Frijoles La Sierra, todos los yogures Danone, galletas Ritz, Nabisco, Oreo, Tía Rosa, Maizena, Hot cakes Aunt Jemima, Pronto y Tres Estrellas, entre las marcas más conocidas. Está de más decir que la mayoría de los mexicanos consumimos productos de estas marcas. De acuerdo con El mundo según Monsanto, de Marie-Monique Robin, de la comida que consumes, el 80 por ciento tiene un gen Monsanto.
Pero esto no sólo afecta a los consumidores; para que las semillas de Monsanto crezcan, necesitan del herbicida que también fabrica la compañía: Roundup, que es el herbicida más vendido del mundo y actualmente el producto estrella de Monsanto. Aquí en México es vendido bajo el nombre de Faena.
Como cualquier herbicida, el Roundup se rocía en los cultivos para evitar que las plantas y hierbas que se encuentran alrededor absorban los nutrientes de la tierra, para que sean las semillas las que los capten. Monsanto solía venderlo como producto biodegradable y amigable con el medio ambiente, pero después tuvieron que quitar el “biodegradable” ante demandas de publicidad engañosa. En la actualidad ni Faena ni Roundup tienen la leyenda de “biodegradable”, perosin él las semillas no germinan.
Más allá de las teorías de conspiración que rodean a la empresa, lo cierto es que oligopolizan la producción de semillas (porque no son los únicos, también está DuPont y Syngenta) ya que, de acuerdo con Gonzalo (un trabajador de la empresa, cuyo nombre nos pidió cambiar) Monsanto controla el 70 por ciento del mercado de semillas en México. Para entender el verdadero alcance de esto hay que reflexionar lo siguiente: la agricultura es el origen de toda civilización. Es decir, la alimentación de la humanidad tiene su origen en las semillas de donde viene el trigo, maíz, frijol, arroz, café, soya o verduras. Partiendo de esto, quien controla las semillas de un país, controla la alimentación. En el caso de Monsanto se extiende a prácticamente todo el mundo. Y no se limita únicamente a la agricultura, sino también a la ganadería porque con sus semillas alimentan a borregos, cerdos o ganado, que se terminan convirtiendo en comida.
Gonzalo dio a VICE algunas fotografías privadas de las plantas de producción de semillas de Monsanto México. Todo empieza en el laboratorio, donde están sus genetistas. Ahí crean sus semillas paternales, llamadas así porque son las semillas primarias creadas en laboratorio que después serán cultivadas para reproducirlas. Una vez hecho esto, las semillas que surgen de las paternales se pintan de color rojo (para su identificación), se empaquetan y se venden a los agricultores.
La empresa le vende sus semillas a los productores agrícolas, bajo la promesa de todos los beneficios que tienen las mismas: un producto de mejor calidad, más resistente a plagas, a pesticidas, a la erosión y al clima. Aunque estas semillas sí tienen algunas ventajas, no se pueden reproducir solas. Es decir, en el mejoramiento de semillas las hacen estériles. Aunque estas semillas produzcan una naranja más grande y jugosa, la semilla no se reproduce, y los agricultores se ven obligados a seguirle comprando semillas a la empresa.
De acuerdo con Felipe, un productor agrícola de Celaya de la central de abastos de San Luis Potosí, los programas de apoyo gubernamentales al campo están condicionados a que los agricultores que quieran acceder a esos fondos usen semillas Monsanto. “¿Por qué tenemos que seguirle comprando a ellos?”, dijo. “Ahora que si tú quieres utilizar otras variedades de semillas, no puedes; tienes que seguirles comprando. Y después si no les compras ya no puedes cultivar nada, te contaminan todo. Evitan que la gente se haga de semillas silvestres”.
Según él, el abuso llega a tal grado que si Monsanto encuentra semillas en un terreno fuera de la parcela del agricultor, lo demandan. Aquí es donde entra la famosa y temida Ley Monsanto, como popularmente es conocida. En México se trata de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados. Felipe dijo que básicamente, si un agricultor que compró semillas de la empresa (siempre con contrato de por medio), las siembra y hay un viento o un huracán que haga que esas semillas vayan a dar a la parcela del agricultor vecino, Monsanto puede demandar a ambos: al vecino por usar su producto sin haberlo comprado ni tener firmado un contrato, y al primer agricultor por comercializar sus semillas. En palabras de Felipe, “¡No friegues, si el pinche viento se las lleva, son chingaderas!”
A través de un empleado de Aranza y Asociados, despacho que trabaja para Monsanto, obtuvimos el “Contrato universal de licencia para el uso de tecnología genética de Monsanto”, que es el contrato que les hacen firmar a los productores agrícolas para obtener las semillas de Monsanto. Cualquier agricultor que compre semillas de la empresa debe firmar un contrato en el cual se compromete a respetar la patente que la compañía tiene sobre el gen manipulado. Consultamos a Marcos Martínez, abogado especializado en derecho agrario para dar fe de la legalidad del papel e interpretarlo.
El contrato obliga a los agricultores a hacer uso de la semilla por una sola ocasión, lo que los obliga a hacer las compras futuras con ellos mismos, de una manera sumamente restringida, aceptando cualquier labor de inspección por parte de la empresa en sus cultivos e instalaciones y aceptando fuertes sanciones que la empresa les imponga, en caso de que la misma empresa diga que incurrieron en alguna falta.
Felipe, el productor agrícola, dijo que parece que el objetivo de Monsanto es destruir la vida de los agricultores, los cuales ya han perdido la confianza que existía entre vecinos, porque Monsanto a través de sus medios, que no excluyen la violencia y la fuerza, usa la intimidación y estimulan a los campesinos a delatarse entre ellos.
La marcha contra Monsanto, en la Ciudad de México, no fue tan grande como las manifestaciones contra entidades gubernamentales que a menudo ocurren en el país. Y es que en México no estamos acostumbrados a manifestarnos contra las empresas privadas.
Tampoco se trata de satanizar a las empresas privadas y expulsarlas del país, pero es necesario que la sociedad empiece a considerar a estas empresas como lo que son, actores políticos influyentes cuyas acciones afectan directamente nuestras vidas, y que como tal, les exijamos transparencia y rendición de cuentas, sobre todo si es se trata de una empresa tan grande que controla un importante porcentaje de la alimentación en el país.
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