“¡Vamos, acompáñame a felicitar a Papo!”, me dijo Laura Fernández a los pocos días de arrancar su administración en octubre de 2016.
No sabía quién era Papo, pero cuando lo vi en esa fiesta de cumpleaños a la que acompañé a la presidenta municipal de Puerto Morelos lo reconocí como el Nacho con quien semanas atrás empecé a trabajar en la campaña electoral.
Nacho o Papo fue un tipo entregado a sus padres, a su familia, especialmente a sus hijas y a sus amigos; Don Nacho y doña Maura se veían realizados en él, era su orgullo.
Desde un principio Nacho me manifestó sus deseos de seguir escalando en política, de ser el presidente municipal de la comunidad donde nació, donde se forjó, donde se hizo líder y donde se desarrolló.
Entre todos quienes aspiran, él es es el de más arraigo, pese a quien le pese, porque nació en Leona Vicario en el seno de una familia pionera conocida, apreciada y porque ahí forjó a su propia familia.
No tenía ancestros fantasmas, todos fueron y son de carne y hueso, no fruto de ninguna imaginación trasnochada; Nacho sabía escuchar, sabía corregir sus errores y siempre se apoyó en quienes para él tenían cierto conocimiento en determinadas áreas y podían ayudarlo a resolver sus retos. “Lo que tú me digas mi Yulius”, me decía siempre que le enviaba algo a su consideración.
Se había preparado, se estaba preparando; Puerto Morelos perdió a un gran líder. ¡Descansa en paz Papo!