Quintana Roo

Encontrando el sentido de la vida.

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Aproximadamente en el año 2012, si la memoria no me falla, decidí pasar más tiempo en Mérida Yucatán, debido a que ya tenía algunos años de divorciado, y mis hijos se habían marchado con su madre de vuelta a Yucatán.

Yo me sentía perdido y sin sentido, viajaba por el mundo, y pasaba de novia en novia, tratando de llenar un vacío, que la pérdida de mi familia me provocaba.

Estuve en Bogotá Colombia, con una novia de origen francés, en Miami, con una novia española, viajé a Ucrania, y obviamente regresé con una novia o Ucraniana, posteriormente, conocí a una modelo colombiana, que se quedó a vivir en Playa del Carmen durante unos meses, viajé a diversos países alrededor del mundo, sin embargo sentía un vacío existencial y empezaba a sentir una ligera depresión, por lo que, cansado de andar de novia en novia, tomé la decisión de dedicarme de tiempo completo a mis tres hijos.

Decidí pasar 5 días en Mérida, y 2 días en Playa del Carmen, únicamente para supervisar mis múltiples negocios. Sin embargo, no tenía en cuenta, que mis tres hijos iban a clases de 7:00 am a 2:00 pm, y en las tardes tenían múltiples actividades, que hacían que yo, tuviera un exceso de tiempo libre.

Era una broma entre mis amigos, el decir que me lavaba los dientes y me desocupaba, dejando la rasurada para la tarde, para tener algo que hacer.

Todos mis negocios se encontraban en Playa del Carmen, y vivía prácticamente de mis rentas, por lo que no tenía ningún interés, ni motivación, para hacer algún negocio en Yucatán.

Fue cuando tomé la decisión de ir a terapia con el psiquiatra Roberto Carrillo, sin lugar a duda, una persona que ha tenido una gran influencia en mi vida, y al que estoy eternamente agradecido, por sus consejos para mi persona, mis tres hijos y mi ex esposa.

Al acudir por primera vez a terapia con Roberto, le expliqué que estaba sintiendo una depresión y un vacío existencial, de nada me servía tener dinero y libertad de tiempo, porque aún así, me sentía perdido.

Lo primero que hizo Roberto fue enviarme a conocer a María Jesús Dorantes, fundadora del proyecto Casa Crisal, el primer Refugio de niñas menores de edad, que rescata de redes de prostitución y trata de blancas a estas pequeñas víctimas.

María Jesús, a la que considero, uno de los Ángeles que la vida me ha dado la fortuna de conocer, me comentó que tenía la urgencia, de comprar una llanta para la camioneta que utilizaba para transportar a las niñas, por lo que de inmediato le cambié las cuatro llantas. María Jesús me llevó a conocer el refugio, y escuchar algunas historias desgarradoras por las que pasaban estas niñas.

Recuerdo perfectamente, que esa noche, llegué a mi casa en Mérida Yucatán, y me tiré al suelo a llorar, a pedir perdón a Dios, porque a pesar de todas las bendiciones que me había dado, Yo me sentía deprimido. No podía concebir que existiera tanto dolor y sufrimiento en estas niñas, y eso no me daba a mí, el derecho de quejarme de nada en esta vida, sin lugar a dudas fue el punto de quiebre en mi vida.

A partir de ese momento empecé a colaborar con Casa Crisal, he sido uno de los pocos hombres que ha entrado a colaborar directamente con estas niñas.

Sin embargo, sentía que no era suficiente, que todavía podía ayudar a más personas.
Decidí crear la fundación Villa de la Esperanza, una fundación dedicada a bajar recursos nacionales e internacionales, para fortalecer a las asociaciones ya existentes en Mérida Yucatán.

Capacité, y envié a diferentes cursos, a varias personas a la Ciudad de México, para poder perfeccionar el altruismo y la filantropía.
Logramos ayudar a asociaciones con niños que presentan autismo, a niños que asistían al psiquiátrico infantil y niños con sordera, sin embargo fue muy cansado y complicado, debido a que, para poder bajar recursos, se requiere que las asociaciones formen un consejo.

Situación extremadamente complicada, ya que la gran mayoría de las asociaciones en México, tienen una estructura familiar, y no empresarial. En otras palabras, la gran mayoría de las asociaciones nacen, cuando alguien tiene un hijo con una discapacidad, y es una especie de proyecto de vida.

Cuando yo me presentaba, a pedir que las asociaciones tenían que formar un consejo, para ser candidatas a apoyos de otras fundaciones, con el motivo de que en caso de fallecimiento de los fundadores, pudiera el proyecto tener una continuidad y trascendencia, los fundadores entraban en conflicto, ya que las decisiones, a partir de ese momento, serían tomadas por el consejo, y no unilateralmente cómo estaban acostumbrados. Les entraba un sentimiento similar al de entregar a su hijo o hija a manos extrañas.

Esa situación, no sólo frenó las posibles ayudas, sino que además creó un sentimiento de animadversión hacia mi persona, por proponer las creaciones de consejos, dentro de las asociaciones civiles, recibiendo incluso ataques en la prensa, de que tenía un fondo con intenciones políticas en Yucatán.

Por lo que decidí finalizar el proyecto, cediendo la fundación al doctor Roberto Carrillo, quien no pudo darle continuidad por sus múltiples compromisos.

Al día de hoy, continuó apoyando a Casa Cristal, y es uno de los proyectos que más cariño y admiración tengo.

Al mismo tiempo que todo eso sucedía, ingresé a la Universidad del Mayab, para estudiar la carrera de psicología, todo un revuelo, debido a que en México, no existe la cultura de qué personas mayores de 35 años, deseen estudiar en alguna universidad.

Incluso algunos profesores, manifiestaron cierto rechazo a mi persona en los salones de clases, aunque tengo que reconocer que el director, y la mayoría de los profesores les pareció interesante mi presencia con jóvenes de 20 años.

Estudié alrededor de 5 semestres, aprovechando los horarios matutinos, a la par que mis hijos estudiaban en sus respectivas escuelas. Sin embargo, al avanzar los semestres, empezaron los horarios partidos, trabajos de equipo por las tardes, y terminé dejando los estudios porque interfería con los pocos momentos para disfrutar a mis hijos.

Creo que el sistema de estudios para gente adulta, debe ser transformado en todo México, ya que no existe edad para limitar el deseo de aprendizaje en las personas.
Después de 3 años aproximadamente, entendí que los mejores momentos para estar con mis hijos serían los fines de semana, por lo que decidí regresar a Playa del Carmen, a pasar la mayoría de mi tiempo, supervisar mis negocios, continuar con los Bienes Raíces, y estar sábado y domingo con mis hijos en Mérida Yucatán. Al final son sólo 3 horas de carretera en automóvil, o 2 para un amante de la velocidad como yo.

Tengo que confesar que parte de mi motivación de regresar a Playa del Carmen, no fue la supervisión de mis negocios, fue una mujer a la que llamaremos Eva, y nos reservaremos su apellido para evitar que me reclame, aunque en estos momentos, difícilmente me podría venir a reclamar a la cárcel.

De Eva platicaremos en la siguiente carta.

Carlos Mimenza Novelo.

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